La vida es real sólo cuando Yo Soy; Gurdjieff.

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actitud consciente

 

El esfuerzo esencial es siempre la percepción de mí, la conciencia de mí. Todo está relacionado con eso: tocar mi esencia. Lo que contiene la energía es temporal. La energía es permanente. Lo reconozco en la inmovilidad cuando, con una atención pura, una especie de sexto sentido, me desprendo de las reacciones, de las asociaciones que falsean
mi visión de lo real. Necesito una actitud consciente, un impulso que venga de los tres centros, para tocar mi esencia, la corriente de vida en mí. Si me mantengo allí, recibiendo una impresión, veo mi reacción y no me pierdo del todo. Esa experiencia es lo que pudiera ser estable, un nuevo centro de gravedad en mí. Es allí donde tengo que mantenerme, allí está el único trabajo. Nace entonces una sustancia que es la sustancia de un segundo cuerpo.

Jeanne de Salzmann

Phi, el eneagrama y los sólidos platónicos

 

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Al ordenar los mundos en niveles más altos y más bajos de desarrollo, y al conectar estos mundos de tal manera que la totalidad de la Creación sea interdependiente o completa, Gurdjieff unió las manifestaciones aparentemente dispares de la humanidad con las leyes mundiales más altas. La Ley de los Tres Principios / Fuerzas proporciona el andamiaje relacional para esta unificación.

La primera posibilidad de ver algo muy profundo en la estructura del Universo ocurrió después de leer The Dramatic Universe de J. G. Bennett y su comprensión de la tríada y las Leyes, luego de una lectura exhaustiva de En busca de lo milagroso de Ouspensky. Comencé con una pregunta. ¿Cómo desplegar, de manera lógica, la estructura triádica de la ley universal basada en el Rayo de la Creación de Gurdjieff, como se menciona en In Search? Comencé con una tríada con énfasis en: ¿el punto central, el punto en cada vértice y un círculo delimitado por los tres puntos? El primer despliegue, por lo tanto, podría ocurrir de la siguiente manera.

Un despliegue visual de Un símbolo del cosmos y sus leyes

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Símbolo del cosmos y sus leyes

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Al ordenar los mundos en niveles más altos y más bajos de desarrollo, y al conectar estos mundos de tal manera que la totalidad de la Creación sea interdependiente o completa, Gurdjieff unió las manifestaciones aparentemente dispares de la humanidad con las leyes mundiales más altas. La Ley de los Tres Principios / Fuerzas proporciona el andamiaje relacional para esta unificación.

La primera posibilidad de ver algo muy profundo en la estructura del Universo ocurrió después de leer The Dramatic Universe de J. G. Bennett y su comprensión de la tríada y las Leyes, luego de una lectura exhaustiva de En busca de lo milagroso de Ouspensky. Comencé con una pregunta. ¿Cómo desplegar, de manera lógica, la estructura triádica de la ley universal basada en el Rayo de la Creación de Gurdjieff, como se menciona en In Search? Comencé con una tríada con énfasis en: ¿el punto central, el punto en cada vértice y un círculo delimitado por los tres puntos? El primer despliegue, por lo tanto, podría ocurrir de la siguiente manera.

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Conversaciones con Madame Ouspensky- robert-s-de-ropp/

 

1939-40 en Lyne DE LAS NOTAS DE Robert S. de Ropp

 

Junio de 1939

Todo el trabajo se basa en la vigilancia. El hombre que trabaja se da cuenta de que es una máquina y teme a su máquina. Por eso él mira. Mientras haya un tutor en la puerta, los que entran y salen pueden ser examinados. Aceptación, rechazo; si no; Esta es la base del verdadero trabajo. Una célula sana hace este trabajo por sí misma.

Un hombre que sabe lo que es rentable no se robará sino que ahorra energía, sabiendo que nada puede venir sin energía. Todas las cosas tienen su propia materialidad y, de acuerdo con su materialidad, allí pertenecen.

Ser recolectado en uno mismo es esencial, pero es necesario ser recolectado en el lugar correcto. Esta es la dificultad de X

Se recoge en el lugar equivocado y piensa que esto es trabajo. Uno debe estar relajado para ser recogido correctamente. Uno no debe aferrarse a ninguna parte. X no puede hacer esto porque, si lo hiciera, dejaría de existir.

No hay diferencia si uno dice que esto es así o no lo es. El hecho permanece.

Laicos, novicios, santos o hombres perfectos, todos pueden ser conocidos por sus reacciones. Sus reacciones muestran dónde está un hombre.

¿A quién queremos en Lyne? En primer lugar, aquellos con fuerte deseo, y de estos, mejor educados que no educados. En segundo lugar, aquellos que pueden ayudar, pueden traer a otros, dinero, etc.

Todavía no hemos trabajado con ninguna intensidad. El trabajo intenso requiere condiciones especiales. Sueño, comidas, etc., todos irregulares, que pueden ver quienes desean ver.

En grupos pequeños es necesario que quienes los toman compartan sus experiencias con otros.

A menudo los niños saben que no todo está bien con el mundo. Pierden la sensación porque, poco a poco, uno se acostumbra a cualquier cosa. Si uno vive con un lobo, debe aullar como un lobo.

X conoce a su enemigo pero no lucha con él, la razón es que no ha tomado la decisión de trabajar.

Decisión de trabajar una gran cosa, no algo que cambia de un día para otro. La decisión depende de la realización.

Darse cuenta de las diferencias en la materialidad. Pertenece a diferentes cosmos. Cuarenta y ocho. La personalidad puede no ser del todo mala, pero mezclada, como el alquitrán con miel. Debemos separar los dos.

Uno u otro, no podemos tener ambos. Nosotros mismos somos proceso y parte de otro proceso. De nosotros y de nuestra realización depende de si agregamos una gota aquí o una gota allí. Somos responsables ante el mundo. Nos convertimos en instrumentos en manos de una fuerza u otra.

Todo depende de si queremos ayudarnos a nosotros mismos. Podemos desear ayudar a la señora, pero si no nos ayudamos a nosotros mismos, no la ayudaremos a ella.

Hay dos planos de existencia. Por mucho que vayas en una no llegarás a la otra. El centro del plano vital es el sentido de «yo». Aunque hablamos de estar sin mí, todos estamos convencidos de que lo tenemos. No podemos concebir cómo sería estar sin I. La posibilidad de escapar está en el momento. Un momento solo cuando una impresión puede ser captada. Mira las reacciones. Este es el comienzo del gran hacer.

Una piedra que cae en un estanque quieto perturba el agua. Cuanto más grande es la piedra, más grande es la perturbación.

En otros trata de ver lo mejor y lo peor.

Julio de 1939

Los hombres piensan que pueden hacer lo que les gusta y arreglar las cosas como les gusta. En realidad, siempre actuarán como sea más conveniente, pero eso por lo que uno paga más es lo más valioso. Un hombre puede acercarse al gran mundo solo por la realización de su nada. En la medida en que es consciente de su propia pequeñez, también es consciente de la grandeza del mundo. Inmerso en sus propios asuntos, su mundo se limita a su alcance. Una gota de agua no es nada. El hombre es una gota de agua. Mientras los hombres se pierden en el mundo o la actividad se mueven siempre en el mismo círculo. El recuerdo de sí mismo significa emerger del mundo pequeño a lo grande.

No vemos la conexión entre las cosas, pero vivimos bajo la ilusión de que las cosas están separadas. De la misma manera solo existimos en un momento. En realidad las cosas interactúan continuamente. El intercambio continúa sin cesar. Debido a que no vemos esto, vemos el mundo como muerto. Por la misma razón no nos damos cuenta de que nosotros mismos somos un proceso.

Estudia a ti mismo como una máquina en la que se llevan a cabo diferentes procesos.

La persona que trabaja se culpa a sí mismo. Se da cuenta de que es responsable. Cada acción tiene consecuencias que no podemos decir qué tan seria. Somos parte de un gran proceso y tenemos en nuestro poder agregar una gota en este lado o el otro.

La discriminación es la primera necesidad para el trabajo. Un hombre debe saber su mano derecha de su izquierda. Sólo el estudio de las reacciones puede llevar a resultados. El temor a lo que sucede dará poder.

La recurrencia depende de la similitud de las reacciones. Donde las reacciones sean las mismas, la vida será la misma.

El poder del diablo radica en que nos muestra las cosas como pequeñas e insignificantes, y luego nos ciega a los resultados.

¿Qué significa «deseo recordarme»? Significa observador y proceso.

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¿Cuál es el valor de la experiencia? ¿Qué es el matrimonio, por ejemplo? ¿Es mejor estar casado o no casado? Una cosa debemos darnos cuenta, que no hay más sin menos. Si uno puede mantenerse separado y dar toda la energía para trabajar, esto es bueno. Pero el matrimonio da experiencia. Es útil sentir que uno es solo media cosa. Y de los niños también se aprende mucho.

Fallamos en ver los procesos y las conexiones entre las cosas. Lo que sucede depende de las circunstancias. Bajo un conjunto de circunstancias habrá un conjunto de acontecimientos. Bajo otro habrá otro tipo. Porque todas las cosas son un proceso y todas las cosas están conectadas, no hay nada pequeño.

Para ir a cualquier lugar hay que tener un punto de referencia fijo. Conoce tu izquierda desde tu derecha. En la vida, los hombres piensan que se están moviendo en algún lugar, pero esto es una ilusión. Por toda su actividad no se mueven más que una ardilla en una rueda. Cuando la octava de impresiones no se desarrolla, la máquina funciona como un cerdo o una oveja engordada para el sacrificio. La naturaleza le proporciona algo de placer, porque sin el disfrute, ningún hombre puede vivir. Pero dondequiera que haya placer, también habrá dolor. Al correr tras el uno, un hombre debe sufrir el otro.

¿Cuál es la primera característica del recuerdo de sí? En este estado el hombre no es el centro. Él no está separado. Sentado en una habitación, es consciente de toda la habitación, de sí mismo como solo uno de los objetos en ella. Es igualmente consciente de los demás y no se pone por encima de ellos, ni critica o juzga. Esto no es amor, pero es el principio del amor. En este estado, un hombre no tiene yo, ya que generalmente es consciente de ello. Es imposible para él considerar o volverse negativo, por el momento que lo haga, el estado desaparecerá.

Para la conciencia, es necesaria la recogida de atención. La atención es como el aceite en la lámpara. La consciencia es la luz. Donde hay conciencia las cosas se iluminan.

26 de octubre de 1940

La resistencia y la adaptabilidad son las dos cualidades que los hombres exigen de los materiales que utilizan. Lo mismo es necesario en el trabajo.

Era necesario que ella nos dejara ahora. Lyne se derretiría gradualmente. Habría menos gente, menos tierra. Quienes puedan ir deben hacerlo a medida que surja la oportunidad. Los que se queden serán responsables de la continuación de Lyne.

Debemos tratar de darnos cuenta que el tiempo es corto. La muerte es posible en cualquier momento. Mostramos nuestro estado en cada gesto.

Quienes deseen mudarse deben decidir a qué lugar desean irse y a qué lugar desean ir. Deben haber decidido finalmente que uno es malo y el otro deseable. Sólo entonces puede ser claro su objetivo. Con el objetivo se asocia la actitud correcta hacia uno mismo. Hasta que un hombre haya admitido que no todo está bien con él, no puede comenzar a hacer nada al respecto.

Todo trabajo comienza con el control de la atención. Al principio es suficiente concentrarse en prevenir que los ojos se desvíen. Luego entra en la lucha con pensamientos errantes y emociones negativas. Siempre hay que darse cuenta y recordar que una cosa solo se puede tener a expensas de otra.

El recuerdo de uno mismo solo es posible en la medida en que se ahorra energía. Este ahorro es provocado por esfuerzos contra acontecimientos automáticos. Se ahorra una gota de energía cada vez que se comprueba algún suceso mecánico. Este trabajo lento se parece a las gotas de agua que penetran a través de la piedra al caer siempre en el mismo lugar.

En relación con el control de la atención, se puede aprender mucho de los movimientos. Cuando se haya reunido la atención en el lugar correcto, todo el cuerpo debe ser revisado para detectar tensiones incorrectas. Cuando se ha ahorrado suficiente energía, produce un tipo de luz que impregna todo el cuerpo.

El Rayo de la Creación nos muestra nuestro lugar en el Universo y el hecho de que no hay caos sino orden. Pero el hombre dormido no ve nada de las conexiones entre las cosas.

Cuando me vaya, las cosas serán difíciles para los que se quedan, y nada quedará a menos que las personas aprendan a aceptar todas las condiciones como trabajo. Al principio pensé que podríamos escapar como grupo, pero ahora es imposible. Quién va y quién se queda dependerá de los individuos. Los que se queden tendrán la responsabilidad de mantener el trabajo en Lyne. Habrá dificultades en ambos lados.

2 de noviembre de 1940

Se leyó un pasaje del Evangelio de San Juan:

Jesús les dijo: Mi comida es hacer la voluntad del que me envió, y terminar su obra.

«No digas, aún te quedan cuatro meses, y luego viene la cosecha. Mira, te digo: Levanta los ojos y mira los campos, porque ya están blancos para cosechar.

«Y el que cosecha, recibe su salario, y recoge fruto para vida eterna: el que siembra y el que cosecha, se alegrarán juntos.

«Y aquí es que decir verdad, uno siembra, y otro segará.

«Te envié a cosechar aquello en lo que no otorgaste trabajo: otros hombres trabajaron, y entraste en sus labores».

En este pasaje está la idea de la continuidad del trabajo y de la transmisión del hombre al hombre. Las ideas son grandes, los hombres individuales son pequeños, tan pequeños que sus vidas son como nada. Si recuerdan la grandeza de las ideas, pueden llegar a darse cuenta de su propia nada.

Los hombres ordinarios en la vida no son responsables de nada. Viven bajo la ley del accidente, como las semillas producidas por millones y pereciendo por millones. Es la ley que solo unos pocos pueden ser salvados.

Los hombres en el trabajo son responsables. Nada les es perdonado. Son responsables ante sí mismos, porque todo lo que hacen deja un rastro. No solo son responsables de sí mismos sino del Trabajo en su conjunto. Dios le dio a los hombres libre albedrío y ellos tienen el poder de elegir, pero su elección depende de a dónde vayan. Debemos darnos cuenta de que dos procesos continúan en nosotros y en el mundo, la construcción y la destrucción. Sólo la construcción interior cuenta para cualquier cosa.

El hombre que siente la presencia de grandes cosas no piensa en términos de I.

Se leyeron algunos principios del trabajo:

Cuanto más difíciles sean las circunstancias de la vida, más posible será trabajar, siempre que todo se haga desde el punto de vista del trabajo.

Acuérdate de ti siempre, en todas partes El mayor logro humano es el poder de hacer. Considera todo externamente y nada internamente. El profesor puede aconsejar y crear condiciones, no ayuda.

Saber que una cosa está mal y no hacer nada al respecto crea un pecado muy difícil de borrar.

La casa puede ayudar a aquellos que conocen su propia nada y creen que es posible cambiar.

Ser más consciente significa percibir más profundamente.

El hombre es como un crisol que recibe muchos materiales. Lo que él hace de ellos depende de él.

Uno debe estar agradecido a aquellos que despiertan emociones negativas por proporcionar material a uno.

9 de noviembre de 1940

Madame habló de las condiciones exigidas a quienes desean trabajar. Deben darlo todo y no guardar nada para ellos mismos. Deben sentir repugnancia por su propio «yo» y no deben confiar en él. El hombre que desea crecer debe sacrificar su deseo de construir en el plano inferior. Tenerlo de ambas maneras es imposible. En la medida en que pagas, tanto obtienes. Lo grande solo se puede obtener a expensas de lo pequeño. Cuando lo pequeño se vuelve grande, lo grande desaparece.

Es erróneo pensar que Dios creó al hombre. Dios creó a gran escala. Él le proporcionó al hombre material para desarrollarse si así lo desea, el hombre tiene en él la maquinaria para el desarrollo, pero como todo en el universo es limitado en cuanto a la cantidad de energía asignada a él, el hombre solo puede crecer si usa su energía. correctamente. Toda la lucha se centra alrededor de un punto, dirección de atención. El aire y la comida son suficientes para mantener el funcionamiento de la máquina del hombre. Le dan sus movimientos, sentimientos, pensamientos, que él llama «yo». Las impresiones no se desarrollan en él porque no hay nada para recibirlas.

Vivir en un estado de identificación es vivir en la oscuridad, es decir, no poder ver las relaciones entre las cosas o la forma en que uno debe ir. Al ahorrar energía se obtiene aceite para las lámparas. La energía se puede usar de forma rentable o dejar que se escape. Solo el esfuerzo en una dirección puede producir un resultado, ya que una planta, al empujar constantemente, rompe el suelo duro. A este respecto no hay sentimentalismo sobre el trabajo. Aquellos que hacen esfuerzos crecen; Los que no se quedan donde están. El sistema no es fácil y no es para los débiles. No necesita un esfuerzo ordinario sino un super esfuerzo.

23 de noviembre de 1940

Madame habló sobre la autocompasión. Su efecto en todo el trabajo es mortal, mientras que la desesperación es uno de los pecados más grandes. Ningún esfuerzo, por pequeño que sea, nunca se desperdicia. El trabajo siempre debe ser una lucha, pero la lucha puede ser en un nivel superior o inferior. A través de tal esfuerzo, la energía del hombre se dirige de manera útil, al igual que las ruedas de un reloj funcionan a través de la fricción entre sí. Pero no toda la fricción es útil.

El trabajo nunca puede continuar constantemente al mismo nivel. Mientras tengamos las riendas en nuestras manos podemos controlar el caballo. Cuando perdamos las riendas debemos intentar recuperarlas.

La elección está entre lo que está arriba y lo que está abajo. Las religiones hablan del infierno; el Sistema habla de diferentes niveles de materialidad; El budismo, de diferentes niveles en la ronda. Todo es cuestión de materialidad. Arriba o abajo. Construcción o destrucción.

Madame leyó una carta escrita por ella misma en el momento más difícil de la revolución, cuando se vio obligada a realizar trabajos pesados ​​todo el día y, por lo general, no podía dormir más de tres horas. El tono de la carta fue significativo. Fue sin ningún rastro de autocompasión o lamentación por su duro lote. Ella habló de su sorpresa al descubrir lo poco que realmente necesitaba dormir para reponer su energía. Nunca se desperdicia ningún esfuerzo.

Ella nos preguntó qué habíamos aprendido de la señora. M. dijo que la capacidad de distinguir. P. que se veía más en relación a los demás. D. que él era más consciente de los sueños. ¿Cómo luchar con los sueños? Sólo poniendo un palo en la rueda. Las tareas definidas y deliberadas deben establecerse completamente con vistas a alterar el proceso mecánico.

Cuando terminó, preguntó quién tenía preguntas y la gente preguntaba sobre los desagües, etc.

7 de diciembre de 1940

Madame habló de los resultados obtenidos al escribir lo que habíamos obtenido de ella. Mostraba los componentes esenciales de la falsa personalidad, como si uno tuviera siete colores y produjera, mezclando, cada tinte posible. De manera ordinaria solo vemos multiplicidad en nosotros mismos, pero fue necesario que veamos esto y veamos las divisiones más grandes, para ver categorías. A medida que uno sube, las categorías de escala se reducen, al igual que, en el Absoluto, solo hay tres leyes.

Se leyeron varias descripciones de lo que la gente había recibido de Madame.

Discutiendo esto, Madame dijo que una falla en los escritos era que eran demasiado psicológicos. No tomaron en cuenta las relaciones entre las cosas. No era correcto tomar el propio trabajo personalmente. Uno debe tratar de ver la conexión del hombre con el Rayo de la Creación y la forma en que su lucha está relacionada con esto. Uno debe tratar y sentir la materialidad de la mecanicidad y su calidad de hundimiento hacia abajo. También es necesario ver el funcionamiento de las grandes leyes; para darse cuenta de que, si uno da un paso en falso, será aplastado. Además de esto, uno debe tratar de ver el rastro del tiempo y la forma en que cada momento tiene sus propias consecuencias.

14 de diciembre de 1940

Es deseable mantener la atención todo el tiempo que sea posible y relajarse si es necesario. Incluso la relajación debe estar bajo el control de uno.

Madame habló sobre la emoción. Era muy posible ser muy emocional, ser estimulado e incluso llorar sin que significara nada. La gente se deleitaba con tal emoción, pero no tenía ningún valor para el trabajo. Para juzgar correctamente las emociones en relación con el trabajo, hay que buscar resultados. La emoción barata no produce resultados.

Cuando se le preguntó cuál es la característica principal de la auto-memoria, Madame dijo un sentido de dos. Miras un objeto y te ves a ti mismo como si miraras hacia atrás desde el objeto. Quien se recuerda a sí mismo, recibe en sí mismo impresiones de su entorno. Pero el hombre dormido es constantemente arrastrado aquí y allá y pierde la materialidad de su atención.

Es necesario evitar pensar en el trabajo en términos de psicología. Se debe pensar más en términos de química o mecánica. El mundo del sueño tiene su propia materialidad característica, al igual que el mundo de la conciencia. Pertenecen a cosmos completamente diferentes.

El trabajo implica darse cuenta de todo y tratar de pensar siempre en términos de atención.

28 de diciembre de 1940

Madame habló sobre naturalidad y artificialidad. Para ella, todos nosotros éramos artificiales. Las restricciones de la educación y el medio ambiente habían formado una costra a nuestro alrededor a través de la cual nada podía penetrar. Vivíamos siempre en pensamientos y no podíamos sentir o recibir impresiones directas del mundo exterior. Su trabajo con nosotros fue en la naturaleza de cavar en un terreno pedregoso duro o romper la cubierta dura en la que vivíamos.

El hombre es un mundo dentro de un mundo. En el Rayo de la Creación, las materias superiores impregnan lo inferior. De la misma manera, el hombre no consiste en un solo cuerpo sino en varios, el más fino encerrado dentro del más grueso. Él debe hacer contacto con el mundo exterior para que el mundo interior pueda desarrollarse.

CONVERSACIONES

© 1974 por Robert S. de Ropp Reproducido con permiso

 

LA BUSQUEDA DE LA LUCIDEZ Michel Salzmann

Michel de Salzmann, «La búsqueda de la lucidez». (Extracto de entrevista en la revista Parabola, Enero 1983)

«La lucidez es un objetivo muy alto. Ante todo uno debe tomar conciencia de todo lo que saca al ego de su sublimación (de lo que ya hemos hablado) y de los variados mecanismos inconscientes de defensa que él mismo ha elaborado para protegerse, por los cuales no necesita ver. Esto es particularmente difícil de captar. Otros obstáculos son producto del poder de sugestión, tendencias inherentes a nuestro carácter, los numerosos hábitos propios, los mecanismos de proyección e identificación, etc. Es necesario una gran tranquilidad interior para poder apreciar, comprender, saborear de manera directa, experimentando la variedad del yo. La experiencia psicoanalítica ayuda en esta dirección y también las técnicas de relajación cuando están bien orientadas.

Este es un trabajo progresivo que atraviesa distintas etapas. Tratar de obtener resultados de inmediato es otro obstáculo más. Solo en medio de las equivocaciones, los tanteos, las muchas trampas que amenazan nuestra atención es que podemos descubrir el camino que conduce hacia nuestra interioridad. Todos los caminos espirituales llevan hacia ahí. Pero el camino es muy largo. Llegar a ser de acuerdo a nuestra propia naturaleza esencial es el trabajo más anti-conformista que puede concebirse. Necesita de una total libertad de atención. La meditación y una gran cantidad de ejercicios son también necesarios. Pero afortunadamente, a través de lo que en el Cristianismo es llamado «gracia», es dada la luz, llega una orientación, un llamado es oído. Es indudable que se necesita una gran quietud, vacuidad, transparencia, para permitir que esta influencia trabaje sobre nosotros. Sin embargo este no es ni mucho menos un estado pasivo, es una acción que requiere fundamental conciencia de la totalidad del ser.»

P.: «Usted ha hablado de gracia. Esa es una palabra que no sugiere ninguna imagen, ni forma, ni estructura.»

S.: «Si, y analógicamente la atención pura está más allá de las palabras, las imágenes y los pensamientos (quiero significar el pensamiento ordinario). Ella está referida a algo así como una luz viviente. Durante este acto, la dualidad se funde en la unidad. Entonces no hay más lugar para la culpa. La culpa (o para usar una palabra mejor, el remordimiento de conciencia) es sin embargo una dinámica que ayuda para ponernos en cuestión a nosotros mismos y llamamos a la necesidad de estar presentes de ser pura atentividad.»

  1. Michel de Salzmann (31 de diciembre de 1923 en París – 4 de agosto de 2001 en París), hijo de Jeanne de Salzmann, era psiquiatra y presidente de la Fundación Gurdjieff desde 1990 hasta su muerte.

 

LOS NUMEROS 1 2 3 John Anthony West

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«El número lo es todo», declaraban los pitagóricos. A nosotros nos parece extraño clasificar los números en «limitados e ilimitados; pares e impares; sencillos y múltiples; derechos e izquierdos; masculinos y femeninos; rectangulares y curvados; claros y oscuros; buenos y malos; cuadrados y oblongos». Y nos parece igualmente extraño denominar al cinco el número del «amor», y al ocho, el de la «justicia». Pero nos parecerá menos extraño si examinamos el pensamiento que llevó a realizar dichas atribuciones.
El hecho de que la mente humana pueda discriminar demuestra que el número dos tiene un significado distinto al del uno. La capacidad de distinguir implica diferencia, y la diferencia requiere el dos para tener algún significado. Evidentemente, podemos crear trampas lingüísticas, y afirmar que no hay forma de probar que el lenguaje se corresponde con la «realidad». Este tipo de trampa no tiene escapatoria. Pero si concedemos que, de algún modo, el lenguaje se corresponde con la realidad, entonces, desde el punto de vista filosófico, el número adquiere significado, y los números dejan de ser meras abstracciones intelectuales.
Por la experiencia cotidiana, somos conscientes de que el universo constituye un sistema
increíblemente heterogéneo hecho de una multiplicidad de aparentes unidades. Un pato es una unidad, hecha de una multiplicidad de células, cada una de las cuales es una unidad hecha de una multiplicidad de moléculas, cada una de las cuales es una unidad hecha de una multiplicidad de átomos, cada uno de los cuales es una unidad hecha de una multiplicidad de «partículas», para cuya descripción ya no basta el lenguaje ordinario: vistas de una manera, son partículas, o unidades; vistas de otra, son formas de comportamiento de la energía; y es la energía lo que hoy se considera la unidad última que subyace al universo material.
La misma línea de pensamiento, aplicada a la esfera macrocósmica, lleva a la misma conclusión. El pato es una unidad que constituye un aspecto del planeta Tierra, el cual es una unidad, que, a su vez, forma parte del sistema solar, el cual es una unidad… y así sucesivamente hasta las galaxias, que, en su conjunto, constituyen la inimaginable unidad que llamamos «universo». Los positivistas y ciertos filósofos lingüísticos podrían argumentar que el concepto de universo es una falacia, que el universo es una ilusión, que no es más que la suma de sus partes. Pero, en ese caso, un pato —o un positivista
— es también una falacia y una ilusión, porque tampoco es más que la suma de sus partes.
La multiplicidad presupone la unidad. La multiplicidad carece de sentido a menos que
también la unidad lo tenga. Ambos términos confieren un significado real al número, y no meramente abstracto.
Es el modo en que nuestros sentidos reciben la información el que crea un problema
automático y, a menudo, insuperable. La multiplicidad asalta nuestros sentidos por todas partes, mientras que las unidades a las que denominamos «pato», «célula» y «molécula» son provisionales y relativas; y nosotros lo sabemos. Nosotros mismos somos también el mismo tipo de unidades filosóficamente provisionales y relativas. Filosófica y lógicamente, podemos postular una unidad última, pero ésta resulta impalpable para nuestros sentidos.
Estamos obligados a reconocer los límites de la razón, así como la necesaria realidad de
ámbitos a los que la razón no tiene acceso. Y aunque la razón por sí misma no pone a los hombres en la senda de una tradición iniciática (esa es la función de la conciencia), sí resulta suficiente para invalidar el escepticismo.
Son los sentidos los que nos hacen escépticos. Cuando los científicos y los intelectuales afirman que su ateísmo o su agnosticismo se les impone por la «razón», mienten. Lo que ocurre es simplemente que no han logrado aplicar su razón a los datos relativos y provisionales que les envían sus sentidos.
Lo que hoy se denomina «mística del número» pitagórica tiene un origen egipcio (si es que no es más antiguo), y corresponde a la filosofía que subyace a todas las artes y ciencias de Egipto. En realidad, lo que hizo Pi-tágoras fue desdramatizar el mito, una estrategia que tenía la ventaja de hablar directamente a quienes eran capaces de pensar en aquellos términos.
El trabajo de Schwaller de Lubicz, así como el de algunos otros pensadores contemporáneos (por ejemplo, J. G. Bennett), complementario pero independiente, ha hecho posible reformular la teoría pitagórica de una manera aceptable para nuestro pensamiento. Cuando la aplicamos al mito egipcio, se hace patente que estos curiosos relatos se basan en el conocimiento del número y de la interrelación de los números, y no en el animismo, las supersticiones tribales, las disputas sacerdotales, la materia prima de la historia o los sueños.

1- Uno, el absoluto o unidad, creó la multiplicidad a partir de sí mismo. Uno se convirtió
en dos. Esto es lo que Schwaller de Lubicz denomina «escisión (división, separación) primordial». Ésta será siempre insondable e incomprensible para las facultades humanas (aunque el lenguaje nos permita expresar lo que no podemos comprender).
La creación del universo es un misterio. Pero en Egipto éste se consideraba el único misterio ineluctable: más allá de la escisión primordial todo resulta, en principio, comprensible.
Y si se objeta que una filosofía basada en un misterio es insatisfactoria, hay que recordar que la ciencia moderna está plagada no sólo de misterios, sino de abstracciones que no se corresponden con ninguna experiencia posible en la realidad: el cero, que es una negación; el infinito, que es una abstracción; y la raíz cuadrada de menos uno, que es ambas cosas. Egipto evitó cuidadosamente lo abstracto. Tum (causa trascendente), al mirarse a sí mismo, creó a Atum a partir de Nun, las aguas primigenias.
En nuestros términos, la unidad, el absoluto o energía no polarizada, al hacerse consciente de sí, crea la energía polarizada. El uno se convierte simultáneamente en el dos y el tres. El dos, considerado en sí mismo, es divisible por naturaleza. El dos representa el principio de multiplicidad; cuando se desboca, el dos es la llamada del caos. El dos es la caída. Pero el dos se reconcilia con la unidad, se incluye en la unidad, por la creación simultánea del tres. El tres representa el principio de reconciliación, de relación (este «tres en uno» es, obviamente, la trinidad cristiana, la misma trinidad que se describe en innumerables mitologías de todo el mundo).
Los números no son abstracciones ni entidades en sí mismos. Los números son nombres
aplicados a las funciones y principios sobre los que el universo se crea y se mantiene. A través del estudio del número —quizás sólo a través del estudio del número— se pueden comprender estas funciones y principios. En términos generales, damos todas estas funciones y principios por sentados; ni siquiera nos damos cuenta de que subyacen a toda nuestra experiencia y de que, al mismo tiempo, en gran medida los ignoramos. Sólo podemos medir los resultados, que nos proporcionan datos cuantitativos, pero no comprensión. Experimentamos el mundo en términos de nacimiento, crecimiento, fertilización, maduración, senescencia, muerte y renovación; en términos de tiempo y espacio, distancia, dirección y velocidad.
Pero la ciencia contemporánea sólo puede explicar todo esto en términos parciales,
superficiales, cuantitativos. Y o bien se niega a admitir estas deficiencias, o bien aplica a los diversos misterios etiquetas impresionantes, pero carentes de significado. Con su nuevo y elocuente vocabulario, insiste en que el misterio se ha resuelto. «Presión selectiva», «valor de supervivencia», «interacción entre la genética y el entorno»: analice cualquiera de estas expresiones y encontrará que tras ellas subyacen todos los misterios de la fecundación, el nacimiento, el crecimiento, la maduración, la senescencia, la muerte y la renovación. Ninguno de ellos se puede explicar por el método científico.
Sin embargo, a partir de la reformulación de la mística pitagórica del número se puede tener una idea de su naturaleza. Schwaller de Lu-bicz denomina a la filosofía basada en el pitagorismo «la única filosofía verdadera». No se trata de arrogancia, sino del reconocimiento del hecho de que por este medio podemos empezar a comprender el mundo tal como lo experimentamos.

2. Dos, El absoluto, la unidad, al hacerse consciente de sí, crea la multiplicidad o polaridad. El uno se hace dos. Dos no es uno más uno. Metafísicamente, el dos nunca puede ser la suma de uno más uno, ya que sólo hay un uno, que es el todo.
El dos expresa la oposición fundamental, la contrariedad fundamental de la naturaleza: la polarización. Y la polaridad es fundamental para todos los fenómenos sin excepción. En el mito egipcio, esta oposición fundamental se describe vividamente en el interminable conflicto entre Set y Horus (finalmente reconciliados tras la muerte del rey). La escisión primordial provoca, postula, la reacción. La ciencia moderna es consciente de la polaridad fundamental de los fenómenos, aunque sin reconocer sus implicaciones o su naturaleza necesariamente trascendente. La energía es la expresión mensurable de la rebelión del espíritu contra su confinamiento en la materia. No hay modo alguno de expresar esta verdad fundamental en un lenguaje científico aceptable. Pero el lenguaje del mito lo expresa de forma elocuente: en Egipto se representa a Ptah, el creador de las formas, aprisionado, envuelto en ropas ajustadas.
La polaridad es fundamental para todos los fenómenos sin excepción, pero cambia de
aspecto según la situación. Este hecho se refleja en el lenguaje común. Aplicamos nombres distintos en función de la situación o de la categoría de los fenómenos: negativo, positivo; activo, pasivo; masculino, femenino; favorecedor, entorpecedor; afirmativo, negativo; sí, no; verdadero, falso; cada par representa un aspecto distinto del mismo principio fundamental de polaridad. En aras de la claridad y la precisión, distinguimos cuidadosamente entre estos conjuntos de polaridades según su función específica en una situación dada. Y es cierto que, al hacerlo, podemos ganar en claridad y precisión; pero, al mismo tiempo, podemos perder de vista —y, en la ciencia, sucede inevitablemente— la naturaleza cósmica y omnímoda de la polaridad. En el mito se evita este peligro. Aquí, la naturaleza cósmica se intensifica, y el erudito, filósofo o artista individual utiliza el aspecto concreto del principio que se aplica a su tarea o a su investigación, sea ésta la que fuere. Así, no hay que sacrificar la precisión y la claridad en aras de la difusión.
El dos, considerado en sí mismo, representa un estado de tensión primordial o principal. Es una situación hipotética de opuestos eternamente irreconciliables (en la naturaleza no existe tal estado). El dos es estático. En el mundo del dos nada puede ocurrir.

3- Tres,  Entre las fuerzas opuestas se debe establecer una relación. Y el establecimiento de esta relación constituye, en sí mismo, la tercera fuerza. El uno, al hacerse dos, simultáneamente se hace tres. Y este «hacerse» es la tercera fuerza, que proporciona automáticamente el principio, inherente y necesario (y misterioso), de reconciliación.
Aquí nos enfrentamos a un problema irresoluble tanto en el lenguaje como en la lógica. La mente lógica es polar por naturaleza, y no puede aceptar o comprender el principio de relación. A lo largo de toda la historia, los eruditos, los teólogos y los místicos se han enfrentado al problema de explicar la trinidad en un lenguaje discursivo (Platón luchó resueltamente con él en su descripción del «alma del mundo», que a todos les parece un galimatías, salvo a los pitagóricos). Sin embargo, el principio del tres se aplica fácilmente a la vida cotidiana, donde — de nuevo— en función de la naturaleza de la situación le damos cada vez un nombre distinto. Masculino/femenino no es una relación, ya que, para que haya relación, debe haber «amor» o, al menos, «deseo». Un escultor y un bloque de madera no producirán una estatua: el escultor debe tener «inspiración». Sodio/cloro no es en sí mismo suficiente para producir una reacción química: debe haber «afinidad». Incluso el racionalista, el determinista, rinde homenaje inconscientemente a este principio: incapaz de dar cuenta del mundo físico a través de la genética y el entorno, apela a la «interacción», que no es sino un calificativo aplicado a un misterio.
La lógica y la razón son facultades para discernir, distinguir, discriminar (obsérvese la
presencia del prefijo griego dis-, que significa «dos»). Pero la lógica y la razón no pueden explicar la experiencia cotidiana: incluso los lógicos se enamoran.
La tercera fuerza no puede ser «conocida» mediante las facultades racionales; de ahí el aura de misterio que planea sobre todos y cada uno de sus innumerables aspectos: «amor», «deseo», «afinidad», «atracción», «inspiración». ¿Qué «sabe» el genetista de la «interacción»? No puede medirla. La infiere, la extrapola de su propia experiencia, y, al utilizar un término al que se ha despojado de toda emoción, supone que está siendo «racional». No puede definir la «interacción» con una precisión mayor de la que puede emplear el escultor para definir la «inspiración», o el amante para definir el «deseo».
Es el corazón, y no la cabeza, el que comprende el tres (con el término corazón me refiero aquí al conjunto de las facultades emocionales humanas). La «comprensión» es una función emocional, antes que intelectual, y es prácticamente sinónimo de reconciliación, de relación. Cuanto más se comprende, más capaz se es de reconciliar y de relacionar. Cuanto más se comprende, más se reconcilian aparentes incongruencias e incoherencias. Es posible que uno sepa mucho y, en cambio, comprenda muy poco.
Así, aunque no podamos medir o conocer el tres directamente, podemos experimentarlo en todas partes. A partir de la experiencia cotidiana común, podemos proyectar y reconocer el papel metafísico del tres: podemos ver por qué la trinidad constituye un fenómeno universal en las mitologías del mundo. Tres es la «Palabra», el «Espíritu Santo», el absoluto consciente de sí mismo.
El hombre no experimenta directamente el absoluto o la unidad de la escisión primordial. Pero la famosa experiencia mística, la unión con Dios, es —en mi opinión— la experiencia directa de ese aspecto del absoluto que es la conciencia.
En qué medida se comprende el tres constituye una buena indicación de la medida en que se es civilizado. Reconocer la tercera fuerza equivale a consentir el misterio fundamental de la creación; al mismo tiempo, constituye un reconocimiento de la necesidad fundamental de reconciliar a los opuestos. El hombre que comprende el tres no será seducido fácilmente por el dogmatismo. Sabe que, en nuestro mundo, los conceptos de verdadero y falso son relativos; o, si parecen absolutos, como en los sistemas lógicos, entonces es que el propio sistema es relativo, una abstracción de una
realidad mayor y más compleja. No comprender esto da como resultado el curioso razonamiento moderno que declara válida la parte, pero afirma que el todo es una ilusión.
Aunque la tercera fuerza no se puede medir o conocer directamente, una ciencia amplia de miras como la egipcia puede abordarla con arte —en realidad, cualquier tipo de creación—sólo se puede dar frente a una oposición equilibrada. El bloque de madera constituye la oposición del escultor en un sentido muy real, como todo escultor sabe bien. Si su inspiración resulta insuficiente para tratar con su bloque de madera, o bien saldrá a emborracharse, o bien producirá un pretencioso fracaso. Si el bloque de madera resulta insuficiente para su inspiración, acabará con un sentimiento de ambición frustrada. Fácil de reconocer en principio, la capacidad para dar a la oposición el lugar
que se merece es una de las más difíciles de poner en práctica. De ahí que el principio se haya expresado y vuelto a expresar de mil maneras distintas en las literaturas sacras de todo el mundo. Es esto, y no un sentimiento de servilismo, lo que pretende el dicho cristiano «ama a tu enemigo». ¡Trata de amar a tu enemigo!

«El número reside en todo lo conocido; sin él no podríamos pensar, ni conocer nada», escribió Filolao,filósofo pitagórico.

La serpiente celeste
John Anthony West Los enigmas de la civilización egipcia

CONSCIENTES EN LA VIDA: Momentos simples David Young*

Momentos simples
David Young

Después de leer En busca de lo milagroso (Fragmentos de una Enseñanza desconocida) por primera vez, tomé la idea de que, por un lado, hay «vida» y, por otro, que hay «trabajo«. Esta idea me llevó a creer que el ‘Trabajo‘ y la ‘vida‘ se excluyen mutuamente. Después de un tiempo comencé a creer que la «vida» ocupaba tanto de mi tiempo que no tenía tiempo para dedicarme al «Trabajo«. Luego, a medida que me involucré más en las actividades grupales, comencé a creer lo contrario.

Cuando dije de alguien: «Él está en el trabajo«, quise decir: «Él pertenece a un grupo«. Mientras reflexionaba sobre esta idea, comencé a cuestionar algunas de mis suposiciones. ¿Hubo personas que no pertenecían a un grupo pero estaban en el Trabajo? ¿Había personas en grupos que podrían no estar en el Trabajo? Mi respuesta a ambas preguntas fue sí. Incluso yo podría estar en un grupo pero no en el Trabajo.

Sospecho que en su mayor parte estaba usando la palabra «Trabajo» sin haber pensado mucho en lo que podría significar, y esto fue igualmente cierto en mi uso de la palabra «vida«. Podría pensar en la vida desde el punto de vista de las influencias de la vida; por ejemplo, las influencias que me llevan a buscar el reconocimiento y la aprobación, y alimentar el impulso de adquirir un estado superior y poder sobre los demás. En ese caso, «vida» ciertamente se opone a la idea de «Trabajo«, pero este deseo de estatus y poder existe incluso dentro de una comunidad de buscadores de la verdad. Puedo encontrarlo en mí mismo en este momento. Si deseo entender cómo llevar el Trabajo a mi vida, debo ser claro sobre el significado de las palabras que estoy usando.

Me ayuda a pensar en la vida como todo lo que hago, ya sea participando en una clase de movimientos o comprando un periódico. La vida es lo que deseamos vivir más abundantemente. Eso es posible si prestamos atención a todo lo que hacemos, o para utilizar el mandato del Sr. Gurdjieff, para «recordarte a ti mismo siempre y en todas partes«.
El trabajo puede tomar muchas formas, pero todos requieren atención directa, incluso si deseo dejarlo ir y no hacer ningún esfuerzo por trabajar. En este momento, al escribir este artículo, puedo llamar mi atención sobre el trabajo físico de escribir, la excesiva frialdad en la habitación y el temblor de mi cuerpo. Sin embargo, si me identifico con lo que estoy escribiendo, como estaba hace unos minutos, no presto atención a las necesidades de mi cuerpo y mi tipificación es bastante mecánica. Voy a buscar un suéter. Ahora, cuando noto mi identificación y mi estado físico, mi atención se extiende para incluir más de lo que está ocurriendo dentro y alrededor de mí. Este intento de incluir más en mi atención es una forma de trabajo o quizás un grado de trabajo. A medida que me doy cuenta de mi estado emocional, también aumenta el grado de trabajo.
Si me detengo por un momento y recuerdo que soy un cosmos, y solo soy consciente de una pequeña fracción de lo que está ocurriendo en mí, puede surgir un sentimiento de asombro. Momentos tan simples se destacan en mi vida: arrodillarme para sacar agua de un arroyo; La sensación mientras camino por mi calle es que estoy caminando sobre la superficie del planeta. De repente todo es nuevo. Estos momentos no son simplemente incidentes notables que han ocurrido en el curso de mi vida. Son mi vida.

 

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VIDA INTERIOR VIDA EXTERIOR Jean Vaysee

VIDA INTERIOR
Y
VIDA EXTERIOR
(Perspectivas generales)

CONTINUAMOS con las publicaciones secuenciales de estas extraordinarias conferencias de Jean Vaysse, hoy VIDA INTERNA VIDA EXTERNA: 

Numerosos indicios que una observación imparcial nos puede transformar en certeza que hay en nosotros dos naturalezas: una personal o individual, relativamente accesible a nuestros modos habituales de percepción; a la vez orgánica y psíquica (o animal y anímica); la otra, mucho más difícil
de percibir, es experimentada como nuestra participación en algo más vasto que el individuo, de manera que la denominamos espiritual, y aun universal; de hecho no sabemos bien cómo hablar de ella. a atención que los hombres le prestan es muy variable según cada quien y según los momentos de la vida; casi todos, reconocen al lado de su tendencia egocéntrica y personal, esa necesidad de infinito o «absoluto».
Una, enteramente orientada hacia lo externo, centrada, ante todo, en la eficiencia, la utilidad, el rendimiento del «individuo», en el marco de la sociedad a la que pertenece. Esta manera de vivir es la que va desarrollando ante todo la civilización occidental, cada uno de cuyos miembros, para lograrlo, se ha sometido a largos años de educación, de formación, de aprendizaje, de estudios, de especialización, de actualización, etc. y el criterio principal según el cual se clasifica a los «individuos» es su eficacia final en la vida exterior.

La otra manera de orientarse, el otro tipo de «actividad», concierne a la vida interior: centrada, ante todo, en la «realización» de las posibilidades contenidas potencialmente en el individuo, el desarrollo de las facultades y cualidades propias que caracterizan su naturaleza humana y, como consecuencia, el acceso (o el «retorno») a «niveles de vida» o «mundos» que la vida y la actividad exterior no permiten siquiera sospechar. Esta manera de vivir, escasamente conocida por la civilización occidental, es la que han desarrollado ante todo algunos de los estratos de las civilizaciones orientales y su desarrollo, para quienes se consagran a ella, exige aún más tiempo y más cuidados, mayor formación, investigación, y estudios metódicos que los requeridos por la vida exterior.
Estas dos formas de vida pueden parecer a primera vista contradictorias, y lo son, en efecto, de
cierto modo. Es muy evidente, sin embargo, que cada una corresponde a una de las naturalezas del hombre y que un hombre completo debe vivir a la vez una y otra: son inherentes a la naturaleza humana que de esta manera lleva en sí misma una permanente contradicción de dos corrientes.
Una es la corriente de creación que, originada en el nivel primario, fluye hacia las diversas formas de la manifestación y, desde este punto de vista, es una corriente involutiva; la otra es la que puede llamarse corriente de «espiritualización», pues, originada en las formas manifestadas, retorna al nivel primario (retorna a «Dios»), y es así una corriente de evolución. Por su doble naturaleza, y las dos
caras de su vida, el hombre pertenece a una y a otra (tiene «los pies sobre la tierra y la cabeza en los cielos»), y es uno de los puentes, uno de los niveles de intercambio, un mediador entre estas dos corrientes. Quizá sea esta mediación —necesaria para que el hombre no esté perdido en una corriente o la otra- la que marque su realización efectiva al mismo tiempo que le da su tercer aspecto.
En lo que a nosotros concierne de inmediato, en el punto en el que estamos, situados únicamente, o
casi, en la vida exterior, conocemos —o creemos conocer— una de estas dos naturalezas, por la cual vivimos cotidianamente: nuestra naturaleza ordinaria. La vida la solicita sin cesar y sin cesar ella responde a la vida.


La otra naturaleza queda cada vez más olvidada tras ella, primero en forma de vida latente y adormecida, luego sumergida, ahogada en el inconsciente, y finalmente perdida. Mientras no está muy enterrada todavía, surge abruptamente, de tiempo en tiempo, en momentos de lucidez, en los que de repente se nos impone (generalmente en momentos difíciles) sin que sepamos de dónde nos viene. Al lado de lo que somos de ordinario, esos momentos tienen un sabor tal que ya no nos dejan del todo tranquilos; por ellos guardamos el regusto de nuestra insuficiencia y la más o menos mala conciencia de haber sentido que no éramos lo que deberíamos ser. Pero no necesitamos en absoluto de tales momentos para vivir y si deseamos estar de nuevo tranquilos, no tenemos más que olvidarlos: lo que nos permitimos con la mayor facilidad, puesto que a nuestro alrededor, en la vida corriente, todo está hecho para ayudarnos a este olvido. Sin embargo, si un día un hombre quiere ser él mismo plenamente, el restablecimiento del equilibrio perdido entre sus dos naturalezas y sus dos formas de vida es en verdad el primer trabajo necesario. Por ello es que todo lo que consideraremos a continuación va dirigido sólo a quienes están atentos a estos momentos particulares y deseando poner en claro lo que representan, aceptan por eso, no estar ya tan tranquilos. Una evolución interior y el trabajo que requiere sólo pueden ser llevados a cabo si están auténticamente motivados por la toma de conciencia de nuestras insuficiencias y nuestras fallas —Gurdjieff decía: de nuestra nulidad— con el malestar que de ella se deriva, inherente al resurgimiento en uno mismo de esta segunda naturaleza abandonada u olvidada en el curso de nuestra formación, con las contradicciones interiores y los conflictos
que este resurgimiento engendra. Nunca nada es gratuito: la aceptación de este malestar inevitable es el primer tributo que el hombre debe pagar para emprender la búsqueda de sí mismo.
Quizás, en semejante búsqueda, uno corre el riesgo de oscilar entre la beatitud imbécil (que sería la
ignorancia deliberada de dicho malestar) y un cierto masoquismo (que sería el darle un lugar excesivo a este malestar; ¿no lo han llamado algunos angustia metafísica?). La única actitud justa –ciertamente difícil- la justa medida: el reconocimiento exacto, con la esperanza de resolverlos, de nuestro malestar y nuestro conflicto interior tales como son.
Evidentemente, tal esperanza, tal empresa, son concebibles sólo si conocemos los datos que se
enfrentan y es por eso que la pregunta acerca de lo que somos, en realidad, en una y otra de nuestras
naturalezas, como también en todo lo que de ellas depende, aparece de entrada como la más fundamental de todas. Para un hombre que quiere un día ser él mismo plenamente, la búsqueda de la verdad sobre lo que él es, es la más imperiosa de todas las necesidades: ella es la que lleva a este conocimiento de sí al cual se consagran todas las escuelas tradicionales.
Este conocimiento no podría además, limitarse a uno mismo. ¿Cómo adquiriría el individuo un
sentido completo si no fuese reubicado en su contexto general? El hombre forma parte del conjunto de la vida sobre la tierra; es uno de sus elementos, tal vez el principal; y el estudio del significado de esta vida es inseparable del estudio de sí mismo. Pero hay más, porque la vida sobre la tierra de la cual el hombre participa no es sino un nivel, un escalón que tiene su puesto y su papel en los intercambios de fuerzas en el interior del sistema solar al cual la tierra pertenece. Este mismo sistema solar es sólo un elemento entre otros y en definitiva, el estudio del hombre —el estudio de sí—, para ser completo, resulta inseparable de una perspectiva cósmica general.
El hombre es un ser tan complejo que puede ser considerado de maneras muy diferentes, que dan
cuenta más o menos adecuadamente de su estructura y de las relaciones entre sus distintos componentes. La más completa y la más útil para la búsqueda que nos proponemos considera que su cuerpo orgánico, el único directamente accesible de inmediato, agrupa diferentes funciones orgánicas y «psicológicas», a su vez dirigidas por unos centros que dan a la energía vital fundamental la forma específica propia de cada una de ellas. Está hecho de un conjunto de cualidades individuales; unas son dadas desde el nacimiento: constituyen el aspecto fundamental, inicial de cada hombre y pueden, por este hecho, ser llamadas su esencia. Las otras son un conjunto de cualidades adquiridas, superpuestas en el curso del desarrollo y de la vida por el medio ambiente: debido a este carácter sobreañadido (este carácter de máscara de comedia: persona), pueden ser llamadas su personalidad. De hecho, esta personalidad, la manera según la cual se agrupan sus diversos factores, se estructura en cada hombre, alrededor de un número muy reducido (dos o tres) o hasta de un único rasgo fundamental, que es la característica de su esencia y da a todo lo que se fija en la persona un aspecto particular; pero también en cada hombre la personalidad se estructura de manera diferente, más o menos estereotipada, según cada una de las situaciones—tipo a las que este hombre debe hacer frente en razón de las demandas habituales del medio ambiente. De manera que un mismo hombre adquiere, a lo largo de su vida,
múltiples aspectos personales, múltiples personajes, múltiples «yoes» (pues cada uno, por su cuenta,
independientemente de los demás, dice «yo» cuando aparece).
Al lado de esta vida orgánica, el hombre participa de otros niveles de vida menos accesibles
inmediatamente: una vida psíquica, o más bien anímica, una vida espiritual sin duda, tal vez hasta otras, cada una de las cuales encuentra en él su soporte, sus facultades y sus funciones. El hombre pasa también por diversos estados: el dormir, el soñar, la vigilia y algunas veces «momentos de apertura» más amplia a la vida: momentos de despertar a la belleza, a la armonía, a la necesidad de infinito, que son de hecho, aunque lo ignore, sus momentos de despertar a su ser interior. El hombre ve estos diversos estados sucederse en él de una manera más o menos caprichosa y que frecuentemente se le escapan. En todo este conjunto, se elaboran construcciones: tenemos sobre nosotros y sobre el mundo en que vivimos ideas e imaginaciones que son nuestras. Tenemos una sensibilidad, deseos, una emotividad, que colorean nuestra vida con un estilo que les es propio. Tenemos nuestras particulares formas de comportarnos, tanto en la vida exterior como en nuestra vida interior. Pero la característica más fundamental sin duda aunque al mismo tiempo la que menos aparece —¿acaso no hace falta buscarla para descubrirla?— es la fantástica mecanicidad de todo este conjunto. Por un sinnúmero de hábitos, de reacciones automáticas y de condicionamientos establecidos por repetición en el curso de la vida, todo este conjunto que somos se mantiene por sí mismo y pronto se encierra en limitaciones de las cuales no saldrá más.
Sin embargo, tenemos, en nosotros mismos, en ciertos momentos, esta intuición de que algo distinto
nos es posible: una imprescriptible libertad interior, una unidad armoniosa y la participación en la vida de un «mundo mejor».  Cada vez más claramente se plantea en ellos la pregunta: ¿no sería posible darle a nuestras vidas una calidad distinta a la que vemos en ella de ordinario: aquella que entrevemos sólo en los momentos de «despertar»?
Escritos y libros nos lo dicen. Hablan de una vida interior posible para el hombre y de una
transformación que conduce a una «realización», cuya denominación varía de acuerdo con los caminos
seguidos; hablan de cuerpos superiores que tienen su vida, sus facultades propias y su devenir, hablan del yo, real o irreal, de su evolución, de su superación: todo estaría en los libros si fuéramos capaces de
comprenderlo.
Pero todo este saber acumulado, estas experiencias y las conclusiones que sacamos son ajenos: todo
eso sigue siendo teórico para nosotros.  Los libros pueden ayudarnos a dirigir nuestras experiencias; pero no estamos seguros jamás sino de lo que hemos verificado y vivido: ante la pregunta sobre una evolución posible, sólo podemos tener fe en una respuesta que provenga de una experiencia personalmente vivida.
¿Permite aún la época actual que un hombre se limite al desarrollo de un aspecto de sí mismo y renuncie a la posibilidad, que es inherente al hombre en su totalidad, de un desarrollo armonioso y completo?
Tal es la pregunta que queda abierta y para ella ninguna respuesta teórica podría ser satisfactoria.

Jean Vaysee

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